viernes 3, mayo 2024
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Desaparecidos por la violencia son recordados en los altares del Día de Muertos en México

Ciudad de México, 1 nov (Sputnik).- Las ceremonias en memoria de más de 110.000 personas desaparecidas en más de medio siglo en México, la tercera parte de ellas desde 2019 a la fecha, destacan en la conmemoración del Día de Muertos en plazas, templos, y hogares donde se levantan los tradicionales altares con ofrendas.

Amores, una agrupación de mujeres organizadas por las personas ejecutadas, secuestradas y desaparecidas de Nuevo León y Tamaulipas, estados del noreste del país, fronterizos con EEUU, es una de las convocantes.

«Cada año nos reunimos a celebrar el Día de Difuntos con todas las compañeras, con nuestros niños y niñas arreglamos el altar, y ponemos las ofrendas para familiares que fallecieron, que fueron identificados por medio de pruebas genéticas de ADN, sin encontrar verdad ni justicia», dijo a la Agencia Sputnik la coordinadora de la agrupación, Juana Catalina Estala Lozano.

La tradición prehispánica enraizada con el sincretismo que surgió de la evangelización, cultivado por los primeros frailes, es uno de los días festivos más importantes por el singular culto a los muertos, que regresan a convivir con sus seres queridos desde el Mictlán o inframundo de la mitología náhuatl.

A sus 69 años, la madre sigue reuniendo a sus cuatro hijas en la búsqueda de José Cruz Sánchez Estala, para recordar a su único hijo que desapareció a sus 24 años, hace más de una década.

La familia acude a la convocatoria del colectivo para montar un altar y colocar ofrendas en la sede de la organización Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos A.C. (Cadhac), fundada en 1993.

«Mi hijo me dejó dos niños -uno de tres meses y otro de tres años-, desde el día que desapareció el 2 de octubre de 2012 en Reynosa, Tamaulipas, junto con siete personas más. Se los llevaron de una casa donde estaban hospedados como trabajadores de mantenimiento en fábricas», relata la organizadora de la ofrenda.

Tradición florida

Los cementerios son engalanados el 1 y 2 de noviembre con arreglos en los que predomina la flor color naranja del cempasúchil, una planta silvestre y aromática, pero el drama de los desaparecidos obliga a las familias a trasladar ese culto a las plazas, atrios de iglesias, y centros defensores de derechos de víctimas para honrar sus vidas.

«Reunidas nos fortalecemos, solas nos duelen las ausencias. Mi esposo falleció, pero nos reconforta organizar las ofrendas entre todas: traemos una cruz, colocamos incienso, fotografías de nuestros hijos y familiares, adornamos sus objetos personales con globos, flores, bebidas, comida y sal», relata Estala Lozano.

Las ausencias de seres queridos sin localizar y la falta de identificación de más de 52.000 cuerpos en morgues y fosas comunes le dan una magnitud abrumadora a la tragedia causada por la violencia del crimen organizado.

El 8 de octubre pasado, el Comité de las Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada (CED, en inglés) cuestionó la actualización inadecuada del registro en 111.540 desaparecidos reportados desde 1962 hasta septiembre de 2023, que está en marcha «sin seguir el protocolos de búsqueda ni estándares internacionales».

Los registros de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) documentan más 31.500 casos de desaparición reportados desde diciembre de 2018 a mayo de 2022.

La festividad anual rompe con el calendario semanal de las llamadas «madres buscadoras»: reuniones de acompañamiento, asesoría de abogados, ayuda mutua para la salud, seguimiento de pruebas genéticas de ADN, y trabajo de campo en terrenos donde buscan fosas clandestinas cavadas por organizaciones criminales.

«Nos reunimos todas las compañeras cada ocho días, somos unas cincuenta mujeres, platicamos nuestros problemas, tomamos acuerdos para eventos, nos fortalecemos unas a otras, y nos ayudamos cuando una se siente mal, algunas buscan dos o tres personas», relata la madre.

No siempre el dolor se muestra en los espacios públicos: «depende de cómo procesa cada una su duelo, algunas prefieren hacerlo a solas, con ceremonias íntimas en sus casas».

Aunque pasen los años, hay un dejo de esperanza en los colectivos de madres que han proliferado por todo el país durante años.

Otra dimensión de la violencia criminal son las cifras de personas asesinadas: durante la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, de diciembre de 2018 a octubre pasado han sido perpetrados 170.910 homicidios dolosos, es decir 95 cada día, según la consultora TResearch International.

Esa cifra supera el récord de 156.066 heredado del mandato de Enrique Peña Nieto (2012-2018), cuando se cometieron 71 homicidios cada día, según el estudio basado en estadísticas del secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Juana Catalina hace retrato de la tradición: «Esta fecha la vivimos con el fervor que tenemos las familias mexicanas, visitamos y enfloramos los panteones, sobre todo con flores de cempasúchil; algunas personas llevan música, tocan guitarras y departen entre arreglos de las tumbas la comida favorita con sus difuntos».

La organización civil y sin fines lucrativos es una de las pioneras en defender a las familias de las víctimas y grupos vulnerables desde 1993.

Por haber creado ese espacio colectivo para brindar aliento y asesoría jurídica a madres y familiares de desaparecidos, la monja Consuelo Morales, fue reconocida con el premio Alison Des Forges que otorga Human Rights Watch, y el premio Por la Igualdad, del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. (Sputnik)

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