jueves 2, mayo 2024
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Argentina sembró bronca en 2023 y cosecha tempestades

Buenos Aires, 29 dic (Sputnik).- El izquierdista Alberto Fernández concluyó su mandato este año en Argentina duramente criticado por su gestión de la pandemia y la economía, y acusado de timorato y carente de mando. Con «bronca», los argentinos eligieron en las urnas reemplazarlo por su antípoda, el belicoso ultraderechista Javier Milei.

Como si no le faltaran críticas, Fernández no tuvo mejor idea, en una de sus últimas entrevistas, que desdeñar un flagelo que en sus cuatro años de administración no pudo erradicar: la pobreza, que aqueja a más del 40 por ciento de la población.

«Creo que la pobreza está mal medida. Si hubiera semejante cantidad de pobreza, Argentina estaría estallada», cuestionó el mandatario en diálogo con la agencia NA. «Temo que la gente no diga toda la verdad cuando el encuestador le pregunta», añadió.

Fernández, quien comenzó su mandato con la inauguración de una «mesa contra el hambre» no solo se absolvió a sí mismo, sino que también puso en duda las mediciones del órgano oficial de estadísticas, que corroboró un alza de la pobreza de 4,6 puntos porcentuales desde el inicio de su gestión hasta el primer semestre del año, así como de la indigencia, que pasó de ocho a 9,3 por ciento.

Debió de lamentar sus propias palabras, o reflexionar sobre el rechazo generalizado que ocasionaron, porque reconoció al fin su fracaso en esa materia. «Tengo un enorme pesar de no haber podido resolver el problema de la pobreza», admitió luego ante los trabajadores de la Casa Rosada, sede de Gobierno, durante un brindis de despedida.

En el apuro de sus últimas declaraciones, Fernández abundó en los avances de su Gobierno, como los 37 meses consecutivos de creación de empleo. Pasó por alto que este aumento se asienta en un incremento de los puestos de trabajo informales y de los autónomos; que los salarios formales, que menguaron un 20 por ciento durante el Ejecutivo precedente de Mauricio Macri (2015-2019), se deterioraron un 6,2 por ciento durante su Gobierno; que los jubilados también perdieron poder adquisitivo y que deja la peor inflación de los últimos 30 años.

«La presidencia de Alberto la sintetizaría así: cuando la incompetencia conoció a la catástrofe», resumió para la Agencia Sputnik el politólogo e historiador Patricio Talavera, docente e investigador en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Caída en desprestigio

Fernández fue un mandatario desautorizado desde el inicio de su mandato, bajo la asunción predominante de que era un títere de la vicepresidenta que lo había designado como candidato a la Casa Rosada, la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015).

Las desavenencias que asomaron entre los máximos dignatarios del Ejecutivo torpedearon el rumbo de una gestión cuya credibilidad puso en juego el propio mandatario a menos de un año de haber asumido. El festejo del cumpleaños de la primera dama en la residencia presidencial mientras el resto de la población estaba sometida a un confinamiento en plena pandemia menoscabó la autoridad moral del jefe de Estado.

Así comenzó un declive que «se hizo irreversible hacia finales de 2020, cuando todavía las vacunas no habían llegado y el Gobierno desnudó que su única estrategia era alargar la manta corta de las restricciones», apuntó Talavera. Las cartas y las clases magistrales con las que la vicepresidenta ventilaba sus diferencias con el entonces jefe de Estado evidenciaron la falta de un programa consistente y dejaron a sus autoridades ensimismadas en sus batallas de poder.

«A partir de ahí, la confrontación económica entre las dos alas del Gobierno hasta agosto de 2022 anuló la administración de Fernández, ya gravemente enferma por la ausencia absoluta de personalidad política del presidente, dato que no era obvio al inicio de su elección», añadió el politólogo.

Alberto Fernández esgrimió que las calamidades que aquejaron al Ejecutivo se agolparon «en los cuatro años peores del siglo». A la pandemia del covid-19 siguió el conflicto entre Rusia y Ucrania que le costó al país casi 5.000 millones de dólares, sobre todo en importaciones de energía, y después llegó la peor sequía de los últimos 60 años, que lastró ingresos por otros 23.000 millones.

También incluyó como una rémora de su Gobierno el crédito de 44.000 millones de dólares que el Fondo Monetario Internacional (FMI) concedió a su predecesor, y que su gestión optó por refinanciar para afrontar el pago de los intereses de deuda. Pero Fernández tomó más deuda que la administración que lo antecedió y dejó las reservas del Banco Central en su nivel más bajo desde abril de 2006.

«Es verdad que la presidencia de Fernández enfrentó las peores condiciones externas imaginables que hacen ilusorio pensar en la aplicación exitosa de ningún plan de estabilización, pero la frivolidad, el amateurismo, las internas a cielo abierto, propias de una alianza electoral creada en cinco semanas, derivaron en enormes fallos de criterio y coordinación que tuvieron como resultado que se triplicara la inflación ya alta recibida de Macri», sentenció Talavera.

Bronca e incertidumbre

En medio de una generalizada frustración y malestar social, emergió la figura de Javier Milei, un economista libertario con pocos pelos en la lengua que ganó protagonismo como panelista en televisión y, en una fugaz carrera política, fue electo presidente en el balotaje del 19 de noviembre, derrotando al candidato oficialista Sergio Massa, a quien Fernández ya había delegado en los hechos el Gobierno designándolo ministro de Economía.

Milei, tras un acuerdo político con quien también fuera su rival en la primera vuelta, Patricia Bullrich, la candidata de Macri, triunfó imponiendo un discurso contra la «casta» política y prometiendo acabar con años de «kirchnerismo». Asegurando representar las «fuerzas del cielo» y prometiendo libertad, generó esperanza en un gran sector de la población ávido de un cambio… cualquiera este fuera.

Pero sus primeras medidas generan incertidumbre y parecen estar lejos de apaciguar a un país ya fuertemente dividido por una «grieta» política.

Tras haber reconocido sin tapujos en su discurso de asunción el 10 de diciembre que aplicaría un fuerte e «inevitable» ajuste económico y mano dura contra la delincuencia, firmó a los pocos días un inusual Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), con 366 artículos, y presentó posteriormente una ley ómnibus, con otros 664, implementando una infinidad de modificaciones legales para desregular la economía.

Mientras, Bullrich, a quien Milei designó como ministra de Seguridad (cargo que ya ocupó en la administración de Macri), anunció un protocolo «antipiquetes» que establece una dura represión contra aquellos que corten las calles en eventuales protestas.

Todos los elementos parecen estar dados para una creciente tensión social y política en las próximas semanas. La central sindical Confederación General del Trabajo (CGT) convocó un paro general para el 24 de enero, en tanto diversos sectores acusan de inconstitucional al DNU y advierten visos autoritarios en el Gobierno de Milei.

En tanto la crisis económica aún no ha sido superada, cada vez más voces advierten que se avecina una tormenta perfecta en Argentina. (Sputnik)

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