domingo 28, abril 2024
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En Haití se vive cada minuto como si fuera el último

Montevideo (Mesa Américas), 14 mar (Sputnik).- La expresión «vive el momento» tiene actualmente una connotación macabra en Puerto Príncipe, Haití, donde cada minuto puede ser literalmente el último para los habitantes de una ciudad sometida por el terror de las pandillas, un agudo cisma político y el miedo como única certeza.

«Vivimos cada minuto como si fuera el último», le dijo a la Agencia Sputnik un padre de familia cuyo barrio sufrió en agosto pasado un violento ataque por parte de las pandillas, que lo obligaron a abandonar la casa donde vivía con su esposa y sus hijos, para dejarlos en el campo, solo con la ropa que llevaban puesta, a la espera de tiempos menos sombríos.

Philippe, cuyo nombre real obviamos para proteger su integridad física, relató a esta agencia que volvió dos semanas después a su casa a buscar algunas mudas de ropa y para retomar los trabajos que apuntalan su magro salario como académico, con la tranquilidad de que sus familiares están a salvo.

Ocurre que la situación en Haití es radicalmente diferente entre Puerto Príncipe, asediada por la alianza de pandillas «Viv Ansanm» (Viviendo Juntos), y un territorio rural ancestralmente empobrecido, pero al menos libre de violencia, de momento.

El escenario empeoró a finales de febrero pasado, cuando la coalición entre los cabecillas «Barbecue» y «Ti Gabriel» lanzó una serie de ataques contra centros penitenciarios, el aeropuerto internacional, edificios de gobierno y estaciones de la policía, asesinando a fuerzas del orden y liberando a miles de presos.

«En Puerto Príncipe, ahora, el tiempo se ha detenido. Solo en Pétionville hay alguna actividad, pero la capital está completamente controlada por los bandidos», contó Philippe, un sobreviviente del terror de las pandillas primigenias, organizadas a finales del siglo XX en la ciudadela Cité Soleil y usadas por el entonces presidente Jean Bertrand Aristide.

Según Philippe, para nadie es secreto que los sucesivos gobiernos han usado a las bandas a conveniencia, para amedrentar a sus rivales, y de sus filas han salido figuras polémicas, como el ahora senador electo Guy Philippe, quien ya expresó su rechazo a un acuerdo adoptado por la Comunidad del Caribe (Caricom) para superar la actual crisis.

Solo que ahora las casi 200 bandas identificadas en el país están más organizadas, y se aliaron: cuentan con drones para inspeccionar las zonas que van a atacar, y están divididas en células con misiones puntuales bien delimitadas, ya sea tomar el aeropuerto Toussaint Louverture, o asaltar el Palacio Nacional, por citar dos ejemplos.

«Además, las bandas tienen a su gente en la Policía, altos mandos que tienen compromiso con los bandidos. Ninguna operación planificada en la Policía puede salir con éxito, porque ya los bandidos están informados», dijo Philippe, quien tampoco es muy optimista con el acuerdo de Caricom y los socios internacionales.

En contra juega, por ejemplo, que el sector político haitiano está demasiado dividido como para armar un comité de transición plural y representativo, como propone Caricom para sustituir al exprimer ministro Ariel Henry, quien llevaba las riendas de Haití, al menos teóricamente, desde el magnicidio del presidente Jovenel Moise, en julio de 2021.

«En términos de perspectiva, se está hablando de que ningún gobierno puede funcionar bien ahora en Haití si no se ha sentado a hablar con estos terroristas: así los llamo, porque es lo que son, terroristas», dijo Philippe, a quien le preocupa que ciertas voces en la comunidad internacional legitimen el protagonismo político de las pandillas.

En su opinión, las fuerzas del orden en Haití no tienen la capacidad actualmente para una guerra contra las pandillas, y menos después de que Kenia frenara el envío de un contingente policial para reforzar la seguridad del país, pero tampoco le parece sensato o ético negociar con los cabecillas criminales y darles un puesto en un futuro gobierno.

Por lo pronto, Philippe y los demás habitantes de Puerto Príncipe se concentran en sobrevivir, un día a la vez, saliendo de casa lo menos posible, aferrados algunos a su fe, otros a su familia, y todos resignados al que parece ser el estigma de Haití: después de esta crisis, más tarde o más temprano, vendrá otra, quizás peor. (Sputnik)

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