miércoles 1, mayo 2024
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La pérdida de la memoria

No hago referencia a la memoria de todos los hechos, los grandes y pequeños en nuestra vida, no, esos siguen ahí concatenándose siempre. Me refiero a la otra memoria, la que forma de manera sutil nuestra manera de expresión. La ortografía, enemigo jurado mío en mis años mozos, tuve serios problemas en el bachillerato, pero mi pasión por la literatura, la redacción y la gramática me sacaron adelante.

Después en la Escuela  de Medicina, cuando redactando notas clínicas, escribía verdaderos trofeos anti ortográficos. Pasaron los años, la lectura permanente de medicina y paralelamente de literatura, me fue llevando a mejorar mi ortografía. Uno aprende viendo, como decía un profesor mío de clínica: “el movimiento se demuestra andando”, cuán certero ese razonamiento.

Al aparecer “Word” en mi vida, con su corrector, me hizo sin duda más adicto a la perfección de la escritura, al menos en su parte ortográfica. He escrito para revistas, periódicos físicos y después periódicos digitales; me extasía la descripción clínica de un paciente en su cartulina o expediente, la descripción con frases altisonantes de sus signos y síntomas, lo aprendí de un psiquiatra en Heredia, yo no era su interno, pero él era un poeta a quien admiraba mucho, entonces lo acompañaba a pasar visita a sus pacientes, sus notas en realidad eran verdaderos logros poéticos en aquellos expedientes, yo no lo escribía, él lo hacía y luego yo me quedaba leyéndolos uno por uno para aprender de su poesía y de su ortografía impoluta. ¡Aprendí tanto de mis colegas!

Pero regresemos a la memoria, esa memoria callada que penetra nuestra mente, esa fijará nuestra buena o mala dicción, nuestra buena o mala ortografía. En esta era, no podemos evadirnos de ella, digital y digitalizante, no es la mejor maestra, cada vez que veo un texto con pésima, regular o discretamente mala ortografía, en realidad me molesta, por dos razones: primero porque he logrado hilvanar una tesis de que nuestras palabras están hechas por letras que son signos, esta sinología explica el porqué entendemos tan bien una palabra que esté escrita en desorden pero con la primera y última letra correcta: sinología, como el chino, el árabe y el hebreo.  No obstante la mala ortografía “no es dislexia” entonces no siempre distinguimos una palabra mal escrita, segundo porque no se puede estar corrigiendo a medio mundo, so pena de ser repugnante.

Un amigo mío me contaba que el amor de su vida se acabó con una carta de la amada: “mirá, ese día me partió el corazón, pero había tal confusión en sus frases, producto de su mala ortografía, que decidí acabar la relación”.

No cuesta esforzarse en mejorar, porque aprendemos lo que leemos y lo que repetimos, “la repetición es la madre de la memoria”, frase predilecta de mi maestra de primaria, yo no lo veo así porque tuve un tipo de memoria fotográfica y no ocupaba repetir, la mayoría si aprende repitiendo. Yo soy disléxico y a pesar de eso he escrito más de sesenta cuentos, tres novelas cortas y trescientos poemas, más incontables artículos, lo he hecho a pesar de mi dislexia y no gracias a ella.

Termino con una frase de José Ortega y Gasset aplicable a mi mismo: “Solo conoce los caminos rectos, quien erró alguna vez por los torcidos, pero la mejor intención no es la del hombre impoluto, sino la de aquel que lleva en el alma las cicatrices de muchas equivocaciones”.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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1 COMENTARIO

  1. Una bella prosa sobre los avatares de la expresión escrita, la que vamos perfeccionando con el paso del tiempo a partir de nuestras más diversas necesidades de expresión,: ya sean estéticas propias de los apremiantes requerimientos de la vida profesional, La pasión por la literatura, también en mi caso, desde mis primeros intentos para convertirme en el periodista que nunca fui, o en el escritor en ciernes todavía en proceso, me libró de caer en el universo caricaturesco de la mala ortografía y el empobrecimiento de nuestra lengua castellana. En lo esencial, sigo siendo un lector apasionado…Gracias por compartir su impecable ejercicio literario…

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