miércoles 1, mayo 2024
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Reflexiones desde la sombra del roble

Hoy por hoy, mencionar la palabra Dios es como nombrar al Diablo, después de la “entronización de la diosa razón en Notre Dame” por los revolucionarios franceses, el ateísmo se convirtió, por la fuerza de la guillotina, en el signo de intelectualidad. Es decir, se es creyente: no se es intelectual, se es ateo: se es intelectual. Esa vía de la marea de la vida, conmovió y conmocionó al mundo entero y nos convirtió en esclavos de la razón, que sustituyó a los monarquismos, claro que si, pero eliminó la idea de moral y entonces todo se puede.

Si alguien te ve ingresar a una iglesia católica, automáticamente te señala como un ignorante, he tenido amigos que me cuestionan esa dualidad, cultivar la intelectualidad y simultáneamente ser un creyente.

Cuando salió la Encíclica “Fides et Ratio” de Juan Paulo II, creí imposible conciliar ambas. Un amigo me preguntó cómo lo hacía yo, le expliqué que para mi esa dicotomia no existía, mi pensamiento es automático, no tengo problemas para amar la ciencia y creer en un Ser Supremo; es que en realidad nunca pude dejar de ser creyente, por más que lo traté, imagino que a muchos nos sucede eso mismo. Recuerdo muy bien un pasaje bíblico, me causó mucho impacto su lectura, la lucha en el vado de Jacob, donde nace el nombre Israel. Es que un creyente siempre vivirá en lucha consigo mismo y con el prójimo, es parte del precio a pagar por el derecho a creer. Una amiga muy apreciada, comunista de extrema en sus años mozos, fue creada fuera de la idea de Dios, no tenía problema con eso, para ella era lo normal. No criticaba mi fe, no, era muy respetuosa como yo respetaba su ateísmo, cuando cayó el comunismos, se las apañó muy bien con los movimientos feministas.

Hoy, leyendo unos viejos recortes de Dostoyevski, donde éste dice que la salvación del mundo vendrá de un pueblo “deísta”, lo relacioné automáticamente con la guerra de Ucrania. No me importa la crítica que pueda obtener por decir esto, pero no me lo puedo callar. El pueblo ruso es un pueblo creyente leal, de eso no cabe duda, esa fortaleza del alma rusa le viene en sus genes.

Con el periodo comunista de la URSS, el cristianismo ortodoxo fue cruelmente perseguido, pero las persecuciones traen bendiciones, eso no eliminó del pueblo la fe. Después del desplome del comunismo y segregación de la URSS, en los últimos años Vladimir Putin, a quien han satanizado en occidente, se dedicó con ahínco a recuperar los bienes robados a la Iglesia Ortodoxa Rusa.  Se me asemeja tanto el problema actual a lo escrito por Dostoyevski en 1870, que no logré negarme una reflexión, porque lo que está en juego en Ucrania no es únicamente la salida al mar, es muchas otras cosas, Rusia, nos guste o no, está convirtiéndose en un adalid contra las políticas de occidente, tan llenas de doble moral, que han manipulado los medios informativos que podemos o no revisar en este lado del mundo, donde ser ángel o demonio es igual, mostrando una decadencia que asombra, nosotros lo vemos en todas las capas sociales, ya todo está bien, nos hemos acostumbrado tanto al mal que lo consideramos parte esencial del día a día.

Aclaro que no pretendo elevar a Putin a la categoría de mesías, no, pero tampoco lo he satanizado nunca. Cada quien juzgue los acontecimientos del mundo y reflexiones, mejor si es a la sombra del roble.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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1 COMENTARIO

  1. Un comentario indigerible. Si mezcla más verduras será una olla de carne.
    Una cosa es ser creyente, de eso a que su creencia cristiana sea verdadera hay mucha distancia.

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