jueves 2, mayo 2024
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Perú insurrecto

“Pedro Castillo, último presidente electo en votación popular en Perú”

Fueron muchas las expectativas que despertó Perú en esta nueva oleada de ascenso de la izquierda en el continente con el triunfo de Pedro Castillo, pese a todos las maniobras  que hizo la ultraderecha, sus medios de comunicación y demás poderes fácticos por escamotearle el sufrido éxito.

Iniciado su gobierno, se sucedieron los actos en el congreso para no dejarlo gobernar objetando el nombramiento de sus ministros y negándole el voto de confianza. Fueron varios los intentos para decretar su vacancia. Llegó este congreso al extremo de no permitirle salir del país a la toma de posesión del presidente Gustavo Petro, a recibir la presidencia pro-témpore de la Alianza Pacífico por parte de México y ni siquiera a una audiencia especial que le había concedido el Papa Francisco en el Vaticano.

Igual que sucedió en Venezuela con la Asamblea Nacional que ganó abrumadoramente la derecha en el 2015, cuya única misión fue tratar de derrocar al presidente Nicolás Maduro, el único objetivo que tenía el congreso peruano era deshacerse del presidente Pedro Castillo.

En mi concepto dos decisiones valiosas de lo poco que pudo hacer Pedro Castillo fue darle el acta de defunción al Grupo de Lima estableciendo relaciones plenas con el gobierno constitucional del presidente  Nicolás Maduro Moros, Cartel de Lima al cual, para nuestra vergüenza, aún tienen perteneciendo a Costa Rica aunque ya no exista.

Desde la izquierda, muchos han visto a Pedro Castillo como un líder débil, que no supo sobreponerse a la poderosa derecha extrema peruana. Hay que tener en consideración que en Perú la ultraderecha, encabezada por el fujimorismo, forman un solo bloque con  poderes fácticos como los monopolistas medios de comunicación, el ejército, la policía, las transnacionales de la minería y por detrás, la OEA y Estados Unidos.

Ese menosprecio por el maestrito, para mi hoy queda reivindicado con lo que está pasando en Perú, un pueblo insurrecto dispuesto a todo y a no parar hasta lograr sus objetivos: renuncia de la usurpadora Dina Baluarte, disolución del Congreso, Asamblea Constituyente y reinstalación de Pedro Castillo como presidente.

Cuando vimos al presidente Castillo sosteniendo con mano trémula y leyendo  el documento donde disolvía el Congreso y establecía un gobierno de excepción, muchos pensamos que era un acto desesperado, pues sabía que el congreso ya tenía decidida su destitución. Yo creo que Castillo sabía que estaba destapando con su acto valiente  esta Caja de Pandora peruana que hoy estamos viendo.

La defenestración del presidente Castillo es ni más ni menos que un episodio más de la nueva modalidad implementada por el imperialismo para derrocar a los presidentes de izquierda, como lo hicieron con Mel Zelaya en Honduras, Dilma Roussef en Brasil, Fernando Lugo en Paraguay.

No digamos ya los  intentos por derrocar al presidente Nicolás Maduro o a Daniel Ortega por la vía de la violencia.

Lo que está pasando en Perú es de resultados inciertos, la solidaridad internacional con el pueblo peruano ha sido escasa, insuficiente, yo hago un llamado desde aquí a intensificarla pues ese pueblo no tiene dentro de sus planes el darse por derrotado ni rendido.

(*) Juan Félix Montero Aguilar es profesor pensionado.

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3 COMENTARIOS

  1. El analista internacional peruano Isaac Bigio afirmó, desde Londres, hace un par de días, que las víctimas mortales de la represión del régimen golpista de Dina Boluarte supera ya la cifra de sesenta fallecidos en toda la geografía peruana, desde la costa pacífica en el Norte hasta las localidades más altas de Los Andes, además de los centenares de heridos en grave peligro de muerte.

  2. De Guido Leonardo Croxatto, REBELIÓN, Página 12 Buenos Aires Argentina; «Desde que asumió Castillo, un maestro humilde, como quienes hoy salen a protestar en el sur del país, fue asediado por los medios. Castillo cortó apenas asumió el gobierno la pauta oficial en la prensa peruana. Los medios hegemónicos (Grupo El Comercio, dueño de Perú 21, o La República) dejaron de recibir financiamiento. Desde ese momento, y al unísono, todos los medios se dedicaron a atacarlo sin pausa.

    Ningún presidente en la historia de Perú fue requisado la cantidad de veces que Castillo, a ninguno se le pidió la entrega de las cámaras del Palacio de Gobierno (la casa de Pizarro) como a Castillo. La aristocracia limeña, centralista y racista como pocas, no podía tolerar a un maestro rural (a un “cholo”) de presidente. Esto no exime a Castillo de sus errores (ni las defecciones internas que ha padecido su gabinete, como la de la misma Boluarte, que hasta ayer nomás era leal y de izquierda y repentinamente lidera un gobierno asesino). Pero explica el por qué de su destitución. No son sus errores (ningún presidente peruano tomó alguna de sus medidas más importantes, como fue el caso de Lugo o de Dilma Rouseff, ambos destituidos de forma irregular y sucedidos por gobernantes corruptos, que han perseguido a la oposición, encarcelando a Lula, por ejemplo) sino su identidad cultural la que explica que hoy Castillo esté preso. Y esa identidad, esa marginalidad, es la que explica las protestas en las calles. «

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