sábado 27, abril 2024
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El auge minero del siglo XXI en los trópicos degrada ríos en 49 países

Washington 23 Ago. (EUROPA PRESS) – La creciente extracción de oro y minerales en los ríos tropicales y sus proximidades está ya degradando las vías fluviales de 49 países.

Es la conclusión de un estudio a escala global publicado por expertos de la Universidad de Dartmouth, EEUU, en la revista Nature sobre la huella física de la minería fluvial y su impacto hidrológico.

La minería fluvial suele implicar excavaciones intensivas, que provocan deforestación y un aumento de la erosión. Gran parte del material excavado se vierte a los ríos, alterando la vida acuática en los ecosistemas cercanos y aguas abajo.

Estos sedimentos inorgánicos, partículas de arcilla, limo y arena, son transportados por los ríos como «sedimentos en suspensión», transmitiendo los efectos medioambientales de la minería aguas abajo.

Investigaciones anteriores han informado de que esos sedimentos en suspensión también pueden transportar toxinas como el mercurio utilizado en los procesos de minería fluvial, lo que afecta aún más a la calidad del agua y puede ser perjudicial para la salud humana y el medio ambiente.

«Durante cientos, si no quizá miles de años, se ha practicado la minería en los trópicos, pero nunca a una escala como la que hemos visto en las dos últimas décadas», afirma el primer autor, Evan Dethier, profesor adjunto del Occidental College, que trabajó en el estudio mientras era investigador postdoctoral en Dartmouth–. La degradación de los ríos a causa de la minería de oro y fluvial en todos los trópicos es una crisis mundial».

Para la primera parte del estudio, Dethier y otros investigadores realizaron un análisis exhaustivo de la minería fluvial en los trópicos desde 1984 hasta 2021. Analizaron información procedente de medios de comunicación y bibliografía, informes de empresas mineras, redes sociales e imágenes por satélite de Landsat 5 y 7 a través del programa Landsat de la NASA y el Servicio Geológico de Estados Unidos, así como datos de Sentinel-2 e imágenes aéreas de fuentes públicas.

Registraron más de 7,5 millones de mediciones de ríos de todo el mundo para cartografiar las zonas mineras, así como la deforestación y el impacto de los sedimentos. También identificaron los minerales objetivo en los yacimientos mineros.

Los resultados muestran que existen aproximadamente 400 distritos mineros en 49 países de los trópicos. Más del 80% de las explotaciones mineras están situadas a menos de 20 grados del ecuador en Sudamérica, África, Asia y Oceanía.

El equipo descubrió un importante repunte de la minería en el siglo XXI, con la aparición de actividades mineras en el 60% de los emplazamientos después del año 2000, y en el 46% después de 2006, coincidiendo con la crisis financiera mundial. Este aumento de la minería continuó incluso durante la pandemia de COVID-19.

En la segunda parte del estudio, los investigadores evaluaron la magnitud que han tenido las operaciones mineras en la cantidad de sedimentos en suspensión en 173 ríos tropicales afectados. Para detectar el transporte de sedimentos en suspensión utilizando datos del Landsat, el equipo aplicó algoritmos que había desarrollado durante los últimos siete años.

Los datos muestran que más de 35.000 kilómetros de ríos tropicales están afectados por la minería de oro y minerales en todo el mundo. De los 500.000 kilómetros de ríos tropicales de todo el mundo, aproximadamente el 6% de esa longitud está afectada por este tipo de minería.

Además, la minería ha hecho que las concentraciones de sedimentos en suspensión se dupliquen en el 80% de los 173 ríos representados en el estudio, en relación con los niveles anteriores a la minería.

«Estos ríos tropicales pasan de correr claros todo el año o al menos parte de él, a estar atascados de sedimentos o turbios todo el año –explica Dethier–. Descubrimos que en casi todas estas zonas mineras los sedimentos en suspensión se transmitían río abajo, por término medio, al menos entre 150 y 200 kilómetros desde el propio emplazamiento minero, pero hasta 1.200 kilómetros río abajo».

El estudio también incluyó ríos como el Congo en África, el Irrawaddy en Asia, el Kapuas en Oceanía, y el Amazonas y el Magdalena en Sudamérica.

«Muchos de estos sistemas fluviales tropicales son lugares muy biodiversos, si no algunos de los más biodiversos de la Tierra, y en la actualidad están poco estudiados –afirma el autor principal, David Lutz, profesor asistente de investigación de estudios medioambientales en Dartmouth–. El reto aquí es que hay muchas especies que podrían extinguirse antes incluso de que supiéramos que existían».

Para evaluar el impacto ecológico de la minería fluvial en los trópicos, el equipo examinó las directrices de gestión ambiental utilizadas en Estados Unidos y otros países y aplicó las normas a sus datos.

Desde que comenzó la minería, descubrieron que dos tercios de los ríos representados en el estudio superaban las directrices de turbidez para proteger a los peces el 90% de los días o más, lo que significa que la turbidez de los ríos era superior a la recomendada.

«Cuando los ríos y arroyos experimentan altos niveles de sedimentos en suspensión, los peces son incapaces de ver a sus presas o depredadores y sus branquias pueden ahogarse con sedimentos y dañarse, lo que puede provocar enfermedades o incluso la muerte», afirma Lutz.

«El trabajo previo de nuestro equipo ha informado sobre cómo la minería del oro es un problema en la región de Madre de Dios, en la Amazonia peruana, al envenenar a la vida salvaje y a las personas», subraya el coautor Miles Silman, profesor de Biología de la Conservación de la Fundación de la Familia Andrew Sabin y presidente del Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA) de la Universidad Wake Forest.

«Aunque la extracción de oro tiene mucho potencial para sacar a la gente de la pobreza, sobre todo en las remotas fronteras tropicales, la forma en que se hace ahora tiene un tremendo coste social por la degradación del medio ambiente, la contaminación por mercurio y la corrupción y las redes criminales», alerta.

Aunque el oro es el principal objetivo de los mineros y representa casi el 80% o más de los yacimientos mineros, la extracción a lo largo de los ríos de África central y centro-occidental, en particular, en Angola, la República Democrática del Congo y Camerún, hace que los diamantes sean el segundo mineral más extraído en los trópicos. También se extraen otros minerales preciosos. En el sudeste asiático, el níquel se extrae en Indonesia, Filipinas y Malasia.

Muchos minerales que se utilizan en teléfonos móviles y baterías de coches eléctricos y se emplean en electrónica, como el cobalto, el coltán, el wolframio y la tantalita, se extraen en la República Democrática del Congo.

«Estos minerales son cada vez más necesarios en la transición de los combustibles fósiles a las energías limpias –apunta Dethier–, así que es un área importante a la que hay que seguir la pista».

Los coautores piden a los responsables políticos que colaboren con las partes interesadas para ayudar a mitigar el impacto ambiental y social de la minería en los ríos tropicales, dado que es probable que continúe en un futuro previsible.

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