miércoles 1, mayo 2024
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Un final inquietante

Termina en pocos días uno de los años más turbulentos de los últimos tiempos: la guerra en Ucrania, el genocidio en Gaza, las matanzas en África, sequías e inundaciones como resultado de la inacción ante el cambio climático, los primeros estertores del inicio de la decadencia total del imperio norteamericano y sus subditos europeos. Y lo anterior para decir solamente los más conocidos.

En nuestro pequeño e insignificante país: la violencia creciente con sus secuelas de inseguridad ciudadana, la lucha interminable entre los opositores al actual gobierno y sus consecuencias en el funcionamiento normal del aparato público, los escándalos aparecidos en los bancos del Estado (sustracciones monstruosas en el Banco Nacional y ahora la descubierta en una sucursal del Banco de Costa Rica, así como los actos cuasi delictivos en la administración de los fondos inmobiliarios del Banco de Costa Rica), para señalar solamente algunos.

Lo que más llama la atención es lo que algunos autores denominan la decadencia del imperio norteamericano, sobre lo cual señalan una serie de manifestaciones más que evidentes.

Y me pregunto: ¿Estados Unidos se encuentra en decadencia? Pocos en la actualidad creerían en esta afirmación. Los únicos que en efecto la creen son los halcones estadounidenses, quienes vociferan en favor de medidas políticas que reviertan el declive. Esta creencia de que el final de la hegemonía estadounidense ya comenzó no proviene de la vulnerabilidad que para todos fue patente el 11 de septiembre de 2001. De hecho, Estados Unidos se ha ido desvaneciendo como potencia global desde los años setenta y su respuesta a los ataques terroristas sólo ha acelerado este declive. Con el fin de entender por qué la llamada Pax Americana está yendo a menos es preciso examinar la geopolítica del siglo xx, en particular durante sus tres últimas décadas.

¿Por qué Estados Unidos se convirtió en un imperio tan pronto después de su nacimiento como estado independiente? No fue obligado a hacerlo, la mayoría de los países que se hicieron independientes más tarde elegirían un camino diferente. No fue arrastrado a un papel imperialista por los colonos hambrientos de tierra, aunque algunos han tratado de argumentar que este era el caso. No adquirió un imperio en un ataque de distracción, como se ha afirmado para Gran Bretaña. Y al principio no necesitaba un imperio para apoyar su modelo de capitalismo. Estados Unidos nació en una época imperialista. Los países independientes que aspiraban a la grandeza por lo tanto necesitaban definirse como imperios.

Los Padres Fundadores, sin dudar nunca de la grandeza potencial del nuevo estado, hablaron con una sola voz sobre el destino imperialista del país, al igual que sus homólogos de Brasil y México unos años más tarde. Los poderosos estados europeos eran los mismos, con Alemania e Italia buscando imperios poco después de la unificación hacia fines del siglo XIX. Se suponía que los imperios conferían ventaja comercial, proporcionaban influencia política y daban forma a la dinámica internacional. Los imperios británico, holandés, francés y ruso lograron esto en gran medida y proporcionaron modelos útiles para otros aspirantes. Sin embargo, el éxito imperialista no pudo lograrse sin proezas militares, destrezas diplomáticas y crecimiento económico.

Que el proyecto tuvo éxito en los Estados Unidos, mientras que fracasó en muchos otros imperios aspirantes, fue una consecuencia de la resolución y firmeza del modelo estadounidense en el primer siglo después de la independencia. El imperio estadounidense alcanzó su segundo siglo en la década de 1980 cuando la Guerra Fría estaba terminando.

No era ya un imperio basado principalmente en el territorio, esta fue una vasta empresa semi-global (nunca incluyó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) que colocó al estado estadounidense en una posición privilegiada en el mundo, en virtud de su control sobre importantes instituciones mundiales y el apoyo recibido por una serie de poderosos actores no estatales. Y el inminente colapso de la Unión Soviética planteó la perspectiva temporal de un imperio que tendría un alcance verdaderamente mundial. Hoy el imperio estadounidense tiene un aspecto muy diferente.

Cuando llegue a su 250 aniversario, todavía estará en funcionamiento. Sin embargo, será una pálida sombra de su antiguo ser. El retiro del imperio continuará y los contornos de un nuevo orden mundial se habrán hecho más evidentes. Estados Unidos todavía puede estar en el centro, pero será un espacio mucho más ocupado. El imperio puede tener las mismas bases, pero dejará de ser semi-global. En tanto el imperio se retire, la importancia del estado-nación se intensificará. La línea entre los dos se volverá menos borrosa. Lo que es bueno para la preservación del imperio puede no ser tan bueno para el estado-nación, un tema que se escuchó repetidamente en las elecciones presidenciales de 2016.

Los presidentes futuros pueden ser más cautelosos que Donald Trump en su demanda por “América First”, pero van a expresar los mismos sentimientos con diferentes palabras. Si no lo hacen, ellos no serán electos. Es poco probable que el imperio estadounidense llegue a su aniversario tricentenario. Por entonces los Estados Unidos se habrán convertido en un estado-nación sin vocación imperialista, que puede o no puede estar en paz consigo mismo.

Desprenderse de la piel imperialista adquirida durante décadas, incluso siglos, nunca es indoloro, y América está experimentando ese dolor hoy. Sin embargo, eventualmente puede ser una experiencia liberadora, como han descubierto los ciudadanos de otros imperios antiguos. Y si la retirada del imperio es principalmente por razones internas más que debido a las presiones externas, como es el caso en Estados Unidos, aumenta las posibilidades de una transición exitosa, los factores militares que contribuyeron a la hegemonía de Estados Unidos son los mismos factores que han de producir inexorablemente la subsecuente declinación estadounidense.

He dedicado estas líneas al tema porque, como lo demuestra la historia, la decadencia y la caída de los imperios trae consigo un reacomodo de fuerzas, a veces doloroso. Y de alguna forma lo que estamos viendo a nivel mundial tiene mucho que ver con la pérdida de la fuerza originaria ṕara influir y hasta imponer los intereses imperiales.

El surgimiento de nuevas potencias de diversa naturaleza: Rusia, China, India,  y de alguna manera los que conforman el BRICS, la implantación de un nuevo orden mundial en sustitución del existente en normas impuestas por el imperio, la evolución del pensamiento político en medio de los experimentos que se están desarrollando, como el de Argentina, y otros factores más, colaborarán a una nueva configuración ṕlaneraria.

Personas de mi edad seguramente no verán el resultado de estas transformaciones, y probablemente estarán sumamente preocupados por las consecuencias del cambio climático irreversible por la ausencia de medidas por parte de aquellos que más contribuyen a su aparición.  Pero, como ha sido siempre en la historia de la humanidad, la esperanza y el optimismo guiarán los posibles pasos indispensables para la supervivencia de le especie.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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2 COMENTARIOS

  1. Yo lo que digo es que mientras EEUU este a la vanguardia, Costa Rica estara muy bien. Cada dia dependemos mas de las empresas norteamericanas, de su inversion y trabajo, amen del turismo que crece aceleradamente,inclusive radicando en el pais cada vez mas gringos.Nuestro futuro esta ligado a la nacion poderosa del norte, Sin duda su bienestar sera el nuestro.

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