sábado 27, abril 2024
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Esos tiempos que corren

Nos ha tocado una época increíblemente compleja, jamás fue tanto el caudal de dinero aparejado con hambrunas crónicas en todo el planeta; nunca tuvimos ese inmenso y extraordinario sistema de comunicación personal y colectivamente, junto a una epidemia de soledad; la cura de enfermedades incurables (sic) junto a la mortalidad elevada de todo tipo de patologías, la comunicación entre naciones tan expedita junto a guerras impulsadas por el dinero (todas las guerras siempre han tenido la riqueza como telón de fondo), donde se asesinan víctimas inocentes, se gasta dinero en mascotas llenándolas de estultas frivolidades, paralelamente se practican abortos por millones. La infinita posibilidad de ser similares, ha borrado en las personas las posibilidades de ser diferentes, gastando inmensas sumas de dinero para comprar la ropa y los artículos que se creía eran solo para ricos: desde el carro hasta el celular, pasando por la ropa de marcas caras y cuanto guilindajo dorado se puede colgar al cuello y muñecas.

Los ecologistas llenando a miles y miles los aviones, verdaderas fábricas de CO2, solo para ir a tomarse una selfie junto a un camello al otro lado del mundo. Las filas de automotores atiborrando las carreteras rumbo a las playas, con la finalidad de olvidar la jaula de concreto y dejar la basura en un mar que es un basurero gigantesco; para regresar el día domingo en una caravana que semeja más los progroms del Gulag y los de Auschwitz, una marcha silente y triste, donde lo único que se obtuvo fue un efímero paraíso artificial de alcohol.

En la prisión de las redes sociales, la obligación es tomar los selfies más espectaculares, si no hay dinero, se consigue, pero esas fotos compiten con las fotos de miles más a ver cuál merece más “likes”, porque eso nos distingue y nos eleva hacia la fama y popularidad, entonces somos más entre nuestros “amigos del Fei”.

La cultura nunca estuvo más asequible, pero nunca fue más escasa desde la invención de la imprenta.

Nunca hemos gozado de más libertad y no han sido las riadas de gente en tiempos de paz tan grandes, buscando un sueño que solamente es eso: un sueño.

Igual a un siglo atrás, se crean prohibiciones que únicamente fomentan el consumo y la criminalidad, mientras grupos de don nadie sé enriquecen salvajemente, con un pleno conocimiento de quienes supuestamente deben velar por la seguridad de las mayorías.

Las crisis económicas, cuyo único fin es abaratar los precios de los inmuebles, para conseguir acaparar más y condenar a millones a la pobreza.

Hemos llegado a creer que somos una alternativa espontánea universal, sin ser regidos por ninguna ley moral: la ética la imponemos cada uno de nosotros, hecha sobre medida: todo se vale porque somos un millonario conjunto de células que se terminará descomponiendo en carbono, y vendrán millones y más millones después.

Hemos borrado a Dios del vocabulario, porque nos conviene a fin de acallar nuestra conciencia. Las religiones no han hecho lo mejor para dar ejemplo del comportamiento de la dignidad humana, como si religión y Dios fueran sinónimos.

Las masas humanas silenciosas y desesperanzadas pueblan los continentes, confundimos la búsqueda de riqueza con la búsqueda de nuestro equilibrio interior, causando mucho más mal que bien y sembrando de pesimismo los senderos de la nuevas generaciones.

Las nuevas generaciones no nos creen ni una palabra, porque les hemos demostrado que somos mentirosos compulsivos y siempre vamos vestidos con una doble moral. Esos tiempos que corren y corroen cualquier rastro de civilización, convirtiéndonos en una caricatura del Sapiens sapiens.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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