domingo 28, abril 2024
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Juan Sinvirus

Salió de Nicaragua sin una vacuna en su cuerpo y muchas dudas en la cabeza. En su pueblo había fiestas y en el otro también. Y en la capital, y en Masaya, y en todo lado. El gobierno lo alentaba. Su hermana decía que el virus era una cosa rara y su abuela que los científicos lo eran.

Juan pensaba que virus e incertidumbre iban de la mano.

Hombre precavido vale por dos. Llevó consigo una docena de mascarillas. Tres de tela hechas por su hermana. Conocía lo básico para protegerse. Era un viaje largo y accidentado. Pero era el viaje de toda la vida. El mismo bus, la misma frontera, la misma Costa Rica y la misma finca de café a la cual llegar.

En la frontera encontró a su primo Tomás. Regresaba de la zona norte. San Carlos. Cada año trabajaba en una piñera. Muy grande. Malas condiciones de vida y mala paga. Cayó el virus, la gente se contagió y llegaron los periodistas. No sabe si tuvo el virus. Dijo que no volvería a las piñeras por un tiempo.

Virus y explotación laboral también iban de la mano, advirtió Juan esta vez.

Llegó a San José la tarde del domingo 13 de diciembre. Jugaba Saprissa contra Herediano. Partido para ver con una cerveza. Pero la noche, pero el patrón, pero el bus. No se quitó nunca la mascarilla durante el viaje. Aun así, caras largas y desconfianza. Lo mismo al llegar al parque. Lo mismo al cruzar la calle para comprar una botella de agua.

Llamó al patrón y en una hora estaba en la finca. Habían agrandado la casa. Más ancha, más limpia. Piso de cemento y un baño nuevo. No está mal. No conocía al resto de la gente pero el lenguaje de su tierra era inconfundible. Todos miraban el partido por la televisión. Acabó la noche contemplando como el equipo del Paté Centeno era eliminado de las semifinales.

Nunca había sido de salir mientras trabajaba. Menos ahora con el virus. Les llevaban la comida a la finca y solo caminaban a la población más cercana para pasar el rato. El café había madurado pronto y aprovechaba los domingos para ganarse una extra.

Pero cuando visitaba el supermercado volvían las caras largas, la desconfianza. Usaba mascarilla como todo el mundo. No su acento. Su acento no la usaba. La mascarilla no podía filtrar su tono de voz, su pronunciación, su “re” marcado y fuerte. El origen, el estigma de inmigrante.

En este caso, Juan no entendía por qué el virus iba de la mano con la discriminación. ¿Reconocía esa cosa tan pequeña su “voseo”?

Los noticieros decían que en la zona los contagios eran bajos. Era lógico. Nadie se hablaba. Nadie se tocaba, nadie se acercaba. Menos con ellos. Menos con los indígenas. Y además todos sabían lo que tenían que hacer. Ninguno lo sabía tanto como él mismo: catorce horas entre filas y buses para ganar dinero. ¿Quién va a querer contagiar a otro porque sí?

Nunca tuvo un encontronazo por el tema. Por la discriminación, por la pandemia. Solo en marzo de 2022. Juan era entonces ya peón fijo en una finca. Esa vez un tipo le reclamó en el bar. Los contagios en la zona ocurrieron por culpa de ustedes. Eso no es cierto, se defendió. Si los contagios aumentaron después de la cosecha. Los nicas ya ni estábamos aquí.

La incertidumbre, la explotación laboral y la discriminación no van de la mano. Van alzadas en los brazos de la ignorancia, metaforizó Juan, haciendo uso del preclaro sentido poético nicaragüense.

Decía todo esto con cierto orgullo y seguridad. Creía que no se había contagiado nunca del virus. Quién lo puede saber ya a estas alturas.

(*) Wilson Picado Umaña, Académico e investigador Escuela de Historia-UNA.

wilson.picado.umana@una.cr

 

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2 COMENTARIOS

  1. COMO BUEN IZQUIERDOSO EL QUE ESCRIBE ESTE CUENTO, ES POCO OBJETIVO, PRIMERO LE TIRA A LAS PIÑERAS, QUE LE DAN TRABAJO A UN MONTÓN DE NICAS, QUE CON EL GOBIERDO DE IZQUIEDAS DE ORTEGA LOS TIENE MUERTOS DE HAMBRE Y EN POBREZA EXTREMA. DESPUÉS NOS ATOZIGA A LA POBLACIÓN TICA, QUE HEMOS RECIBIDO MAS DE UN MILLÓN DE MIGRANTES NICAS, Y A PESAR DE QUE EFECTIVAMENTE TIENEN ALGUNAS COSAS NEGATIVAS, CASI TODOS LOS RECONOCEMOS EL APORTE QUE HACEN AL PAIS. DEBERIA TENER UN MÍNIMO DE RESPETO AL PAÍS, QUE SUPONGO LE VIO NACER.

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