Los conflictos violentos, en todas sus formas, representan una amenaza constante para la humanidad. Es imperativo que los conflictos armados se aborden y resuelvan mediante métodos diplomáticos, especialmente considerando la necesidad de proteger la integridad física y psicológica de los civiles afectados.
En este contexto, el papel de la ONU, que debería ser de liderazgo y mediación, ha sido lamentablemente minimizado. Esta reducción en su influencia se ha visto paradójicamente acentuada por el funcionamiento del Consejo de Seguridad, un órgano que, en lugar de fomentar la cooperación y la paz, ha actuado más bien como una especie de dictadura encubierta en los asuntos globales más críticos.
Ante esta situación, se plantea la necesidad de una reforma profunda. El Consejo de Seguridad, tal como está constituido actualmente, debe ser replanteado o incluso desmantelado.
Es esencial que los asuntos mundiales sean abordados y decididos por todos los países miembros de la ONU, garantizando así la igualdad de condiciones y el derecho a participar y a influir en decisiones de alcance global. Esta democratización del proceso de toma de decisiones en el ámbito internacional es fundamental para asegurar una representación justa y equitativa de todas las naciones.
El principio de ‘un país, un voto’ debe ser el pilar sobre el cual se construyan las nuevas estructuras de gobernanza global, asegurando que cada nación, sin importar su tamaño o poder económico, tenga una voz en la mesa de las decisiones que afectan al mundo entero.
(*) Allen Pérez es Abogado
