jueves 2, mayo 2024
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Leer y escuchar la voz “prooccidental”

Leer y escuchar la voz “prooccidental” se está convirtiendo, cada vez más, en una tarea incómoda. Hasta hace apenas unos años, la cultura de la competencia, el espectáculo y el deporte, cuando la economía acompañaba, eran bienvenidos, como lo era documentar las noticias ajenas (de otros países) con rigor periodístico, así como tomarse en serio los desafíos y los problemas locales.

Mientras Occidente disfrutaba de un mundo de oportunidades que se les ofrecía, por su condición delantera, apostar por la calidad de vida en nombre del desarrollo, los negocios y el confort (y el ocio) era de lo más normal. Pero, ahora, este mundo está cambiando.

Mientras la razón del porvenir general y el presunto fin de la era colonial (y de la guerra fría) apuntaban a una deseable globalización, un submundo crecía a nuestro alrededor, destruyendo paulatinamente la naturaleza para crear cultivos intensivos, minas, petróleo (y plásticos), infraestructuras, urbes y residuos de todo tipo (por lo general tóxicos y contaminantes) por todo el planeta. Y, allí donde se debía “poner orden”, aparecía (o a menudo se creaba) una desestabilización (es decir, un desorden) del tipo dictaduras, guerras y/o corrupción generalizada, que se entendían como un mal menor si la idea era seguir con la capacidad de crear (extraer) riqueza. Se creaban capitales, dinero y redes poderosas que beneficiaban a Occidente en nombre de la globalización, sin darnos cuenta de ello (la gente común). Y eso lo justificaba “todo”.

Quejas siempre las hubo, pero, con el tiempo, apareció la presión sobrevenida de la voz ecológica, a la que se le prometieron soluciones tecnológicas, y, poco después la presión migratoria de un “Sur Global” a un “Norte Global” (y de tierras maltratadas a otras no tan maltratadas) a la que se le prometió tomar medidas. Pero, estas voces, siendo voces de dolor, de preocupación y de alarma, a menudo auténticas tragedias, apenas se las ha escuchado. La tecnología no es suficiente, ni las promesas de mejora. Occidente dice “nosotros no somos el problema, sino la solución, y si a ti no te sirve no es culpa mía, es tuya”. Al menos, eso es lo que parece.

Mientras, la miseria se acumula, violencia crece, se debilita el orden internacional, Israel, los EUA y la OTAN amenazan al prójimo (en nombre de Occidente) y los problemas se asoman a los dos mundos, el “sur” y el “norte”, material e intelectualmente. Las irregularidades siguen su curso, inconscientemente (o no), tensando aún más este desequilibrio insostenible, alimentando una crisis sin vías de solución que está fuera de control.

Y, esta situación, nos interpela a todos. Quienes hemos dado por buena la voz “prooccidental” (la inmensa mayoría, pasiva y activamente, ante la ausencia de una alternativa real) hemos participado de un presente sin futuro, después de haber adulterado el pasado, que hemos manipulado. Y, conjuntamente, nunca hemos escuchado verdaderamente las otras voces. No nos las hemos tomado en serio. Solamente pensarlo nos incomoda, más que seguir escuchando la misma voz, desafinada, que ha perdido la sintonía, o mejor dicho la melodía del porvenir, que tanto nos gustaba y, en el fondo, nos sigue gustando.

(*) Andreu Marfull Pujadas, Profesor en Planificación y Geografía Urbana a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México.

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